3 nov 2015

La Caverna


Volvían a ser invisibles. La hoguera se había consumido y sus sombras fueron absorvidas por la oscuridad de la cueva; hacinados, y sujetos con grilletes, de espaldas a la entrada y en completa oscuridad, al ritmo del tambor contaban en un bucle infinito: tam, uno, tam, dos, tam, tres… En la entrada, guardias tuertos, siervos de Pluto, vigilaban que la hoguera sobre la tumba del filósofo se mantuviera apagada. 

El autobús frenó bruscamente. Volvió en sí y con los exámenes de sus alumnos bajo el brazo caminó hacia el instituto. El lunes, algunos faltarían a religión y le acompañarían a apuntarse al paro.




La muerte de Sócrates.  Jacques Louis David



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