Carta a Bernard Madoff,

“Nada es suficiente para quien lo suficiente es poco." Epicuro.
A veces he observado como los niños en sus juegos imitan los roles de los adultos y como los adultos les interrogan sobre qué serán cuando sean mayores. Puedo asegurar que nunca he visto ni escuchado a ninguno adoptar el papel o contestar que quiere ser banquero. Supongo que será por que no tienen suficientemente desarrollada la capacidad de codiciar. Mas tarde en la sociedad de los adultos, tampoco conozco ningún banquero, que lo sea por afán de servicio a la sociedad; si no, mas bien al contrario, por tener a la sociedad a su servicio. 
He intentado adivinar a qué jugabas cuando eras pequeño y tras darle algunas vueltas creo que adoptabas el papel de faraón, de ahí quizás tu interés por las” pirámides” y por el atesoramiento sin medida. Fuera de bromas, estoy casi seguro que tú eras como el resto de los niños y que aprendiste lo que está bien y lo que está mal; me lo dice el hecho de que les confesaras a tus hijos la inmundicia sobre la que estaba montada tu vida ¿En que momento dejaste de tenerte respeto?  Dice  Lowenstein, que la “la codicia es una semilla que crece y se desarrolla en aquellas personas que padecen un profundo vacío existencial, sintiendo que sus vidas carecen de propósito y sentido”.
No ignoro que en la cárcel no te faltará de nada pero, aun así, quiero regalarte algo. Puede que no tenga mucho valor para ti , lo reconozco; pero me gusta pensar que te servirá para aprender de los errores y ser un poco más feliz . Se trata  de la obra de un poeta latino llamado Lucrecio; su título: De rerum natura; del que te adelanto unos versos de su Libro VI:
En otro tiempo Atenas la primera,
Ciudad famosa, descubrió los frutos
A los mortales desafortunados,
Y les dio nueva vida, y les dio leyes,
Y la primera dio dulces consuelos
Contra las desventuras de la vida;
Cuando produjo al mundo el varón sabio
De cuya boca la verdad salía,
Y de cuyas divinas invenciones
Se asombra, el universo, y cuya gloria,

Triunfando de la muerte, se levanta
A lo más encumbrado de los cielos.
Porque viendo este hombre que ya habían
Todo lo más preciso los mortales
Para vivir y conservar la vida;
Que tenían riquezas abundantes,
Y honor, y gloria, y bien nacidos hijos;
Pero que no dejaban de angustiarse
Y gemir como esclavos en prisiones,
Llegó a entender que todo el mal venía
Del mismo vaso, que teniendo vicio
Malea lo que se echa más precioso:
Ya porque permeable y sin asiento
No se llena por mucho que se le eche,
Ya porque el interior todo emporcado,
Con su negro veneno inficionaba
Cualquier cosa en el vaso contenida.